domingo, 30 de octubre de 2011

Calavera a Pérez-Reverte


Queridos visitantes de la Posada, a las puertas ya del Día de los Muertos, las tinieblas juguetean con los miedos profundos de los vivos y tiñen el cielo de formas fantasmales. La muerte se extiende sobre la tierra yerma y nosotros, pobres mortales, luchamos por simplemente contemplarla al pasar. Ante todo, hacemos rechinar nuestros dientes en el deseo ahuyentar a la dama negra... de nuestra puerta.
Hoy, sin embargo, parece que quiere hacer una pequeña visita al gran Arturo Pérez-Reverte, quizá solamente para darle un buen susto... ¡o no! El caso es que, como muchos ya sabéis, en el conocido espacio literario de Radio Exterior de España, "Sexto Continente", Juan Patricio Lombera leyó 4 calaveras literarias de entre las que había recibido el programa como colaboraciones.
Una de las elegidas fue la de este posadero, dedicada al sagaz escritor y ácido crítico que no deja títere con cabeza, Arturo Pérez-Reverte. Aquí os dejo el enlace para que podáis escucharla y opinar sobre ella. Todo el programa -de hecho, todos los programas de Sexto Continente- es muy bueno, pero si queréis escuchar las calaveras, están entre los minutos 30 y 34.



Además, aquí tenéis la calavera en cuestión, pero no dudéis en entrar al enlace: ¡Lombera lo lee de muerte!


- Calavera a pérez-Reverte -

Llamo a tu puerta, Reverte,
con la guadaña afilada,
como tu lengua y mirada,
que hoy segaré alegremente.
Aún no te crees tu suerte,
viendo que asciendes al cielo.
Ya verás cuando el sendero
se escinda verticalmente
y ruedes por la pendiente
como por los mentideros.


Autor: Juan Luis Vera

martes, 4 de octubre de 2011

Mi hora oscura

Queridos parroquianos, os dejo aquí una poesía que escribí hace unos meses. La poesía no es mi especialidad y no es una variante en la que me sienta suelto, pero esta noche, bajo el haz tenue despedido por el pávilo de las velas, quisiera compartir con vosotros "Mi hora oscura". Tomad, pues, asiento en vuestros Aposentos...


- Mi hora oscura -

Fui terror en el crepúsculo
y a la mañana, destello.
Yo no cambié en nada;
sólo los ojos del pueblo
que, saciados de pan y circo,
aplaudieron mi decreto.
¡Ojalá fuera tan fácil
acallar los pensamientos!

De la mañana el letargo
oyó un grito en el destierro:
son las almas que perecen,
arrancadas de su suelo,
las mismas que un día reinaron
hasta que mi espada vieron
cercenar la justa barba
de quien me nombró heredero.

¡Oh, extraños días sin vida!
¡Oh, noches sin asueto!
La luna destapa mis mentiras
y el sol no redime mis silencios.
No sé si todos lo oyen
o soy el único del reino
que al despertar las estrellas
gemir escucha al rey muerto.

Y en ésta, mi hora oscura,
el brillo de acero contemplo.
“Tu destino es claro”, digo,
“¡destrona a este desecho!
Aquí solos tú y yo estamos,
y la voz del rey depuesto.
¡Pon ya fin, espada mía,
a mis noches de tormento!

Permite a tu filo rasgar
vieja sangre en nuevo cuello.”
Alzo la vista a la luna;
elevo un último rezo.
Oigo de pronto unos pasos.
Se escurren junto a mi lecho.
Sin pausa empuño una vela
y entre lo oscuro yo tiento,

para encontrar el semblante
de Ores, mi brazo derecho,
quien planeó la matanza
y para el resto el destierro.
“Todo va bien”, me dice,
mientras su daga hace el resto.
Fue terror en el crepúsculo
Y a la mañana, destello.


Escrito por:
Juan Luis Vera