viernes, 3 de junio de 2011

Lucha de Titanes

Cuentan los mitos ancestrales que en los albores de los tiempos, allá donde la furia de los cielos devoraba con su aliento las entrañas de la tierra, la legendaria Lilith vivió la dicha –o quién sabe si desdicha- de hallarse en plena pugna verbal con aquél que representaba todo lo que tiempo atrás rechazó, en pos de una vida plena, rubricada bajo los únicos dictados de su propia voluntad. Encontrose, pues, cara a cara con el reflejo de la esclavitud y la ignorancia, refugiado bajo la advocación de quien mucho más adelante sería fiel espejo de su orgullo, y le habló. ¿Qué se dijeron? Nunca nadie lo supo. Nunca… hasta hoy.  


Leónidas: Hola, Lilith. Cuéntame un chiste, que me aburro. Dentro de poco bostezaré… I’m sorry.

Lilith: me parece una falta de educación… ya lo sabes. Y si te aburres pues cómprate un mono. Lo siento, pero no tengo gracia para contar chistes…

Leónidas: ya me compré uno, pero se murió de aburrimiento. Además, contigo me basta y me sobra. Por cierto, ¡más perfeccionista y no naces,hija!

Lilith: ah, pensaba que se te habrían gastado las pilas… jaja. ¿Me estás llamando “mona”? ¿A qué te refieres con perfeccionista? Yo no lo había detectado… ¿Hija? ¡Pensaba que tenías 25 años! Te conservas muy bien.

Leónidas: me conservo como lo que soy: un dios. Hay tantas cosas que no sabes… Como lo de hija, pero claro, hay temas que me están vetados. Ay, que paciencia. En fin, te dejo a ti las parrafadas.

Lilith: ohhhh, discúlpeme Señor, no sabía nada de su existencia. ¿Seguro que hay tantas cosas que desconozco? No sé, no sé; sabe que conmigo no hay temas vetados, usted puede tratar cualquier asunto, yo le escucho (o le leo). Para serle sincera, sí que tengo mucha paciencia, gracias por reconocerme esa virtud, es todo un honor viniendo de usted.

Leónidas: ya que sabes con quien estás hablando, deberías escribir de rodillas, pero bueno, me conformaré con el trato de usted. Eso sí, no esperes que esa mínima atención te sirva para librarte del infierno. ¡Qué le vamos a hacer! En fin, sólo puedo decir una cosa: “Padre, perdónala, porque no sabe lo que dice”.

Lilith: Oh Dios mio, gracias por el maravilloso regalo que acaba de hacerme: ¡ir al infierno!, no hay cosa en el mundo que desee más. Le seguiré tratando de usted, pero no necesito el perdón de nadie.

Leónidas: Ni lo tendrás. Así, todos contentos. No hace falta que me des las gracias, pobre mortal. Yo soy así: benevolente y misericordioso con las míseras criaturas que pululáis sin rumbo –o creyendo tenerlo- por la tierra. He dicho.

Lilith: pues que así sea.

Leónidas­: Amén. Es por decir la última palabra.

Lilith: ya lo veo, pero a mi me jode no decir la última palabra.

Leónidas: pues jódete.

Lilith: no, gracias. J

Leónidas: sí.

Lilith: ¿sí? ¿Qué quieres decir con “sí”?

Leónidas: pues lo contrario de “no”. Si es que, cuando no se llega, no se llega…

Lilith: no insulte a su propia obra.

Leónidas: ya ves, pequeñuela, hasta el mejor maestro a veces hace bocetos defectuosos. Pero descuida, lo asumo y reconozco mis errores. No te exigiré más de lo que puedas hacer, y menos en la construcción de frases, que veo que no es tu especialidad. De tus pecados, yo te perdono.

Lilith: vuelvo a repetirle que ni quiero ni necesito ningún tipo de perdón. Me gustaría, si puedo, recordarle que en la imperfección se encuentra la belleza, así que, no cuestione su obra. Los errores solo son una parte más de su creación.

Leónidas: te felicito. Esa es la mejor filosofía posible para quien no ha tenido el privilegio de conocer la auténtica perfección. ¡Sigue así!

Lilith: prefiero la imperfección, la perfección es demasiado aburrida. Seguiré así, descuide.

Leónidas: ya estás cayendo en la incoherencia. ¿Cómo puedes preferir una cosa frente a otra que no conoces? No se puede elegir cuando no hay objetos entre los que optar, pequeñuela.

Lilith: en este caso, es algo que me viene dado, por ello, no me queda otra que acatar esa imperfección. Y, ¡qué mejor manera de hacerlo que fijándome en lo positivo que de ello se deriva! No conozco la perfección, lo asumo, pero solo sé que me gusta ser imperfecta.

Leónidas: ¡¡¡Bravo!!! ¡Bien hecho! (Pulsa la tecla “intro” para obtener una bolita de comida) ¿Recuerdas? Condicionamiento, refuerzos, dios maneja los hilos… ¿lo pillas? Vale, lo siento, te he pedido demasiado.

Lilith: no se disculpe Todopoderoso. Entiendo que usted tenga que abarcar todo tipo de cuestiones, aunque no proceda en este caso. Solo darle un consejo: siga intentando lograr una obra perfecta y no pierda el tiempo con las imperfectas.

Leónidas: yo soy la perfección. A partir de ahí, nada puede ser menos absurdo.

Lilith: en vista que usted ya se encuentra cansado, aburrido y demás adjetivos que no quiero pronunciar (o escribir), cerramos aquí una breve pero intensa conversación. Disculpe mi osadía, al ser yo la que le invite a abandonar tan interesante intercambio de opiniones.

Leónidas: sea pues, hija mía. Ve en paz.

Lilith: en paz mejor que no. Pero que así sea.

Leónidas: Así sea.

Lilith: muy bien.


Juzgad vosotros mismos, mas puedo aseguraos que la trascripción es fiel y las palabras, exactas. Así acaeció. Es cuanto puedo revelaos.

4 comentarios:

  1. ¡No encuentro palabras! Ésta es la mejor entrada que he visto desde que visito este polifacético blog. Felicito al señor posadero por abrirse por fin a las posibilidades infinitas que brinda la azotea. ¡Ojalá sepa mantenerse fiel a ellas!

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  2. Una mezcla entre aburrimiento y locura...Por cierto, nunca dejes de quedar por encima Lilith ... :-)

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  3. Enhorabuena posadero ;) , me encanta!! Estoy deseando una nueva entrada en la Azotea!!

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