Aunque parece larga, esta entrada se lee con mucha facilidad, pues es un diálogo entre personajes sobre un tema de rabiosa actualidad. Leedlo, por ejemplo, mientras os tomáis el café ¡y participad en la conversación! ¡Estáis todos/as invitados/as!
Bajo el bautizo de los rayos de sol que se colaban por la ventana, dos enormes jarras de cerveza fría patinaron a lo largo de la barra hasta estacionarse en las palmas de sendas manos. Los dos hombres brindaron ruidosamente y se refrescaron el gaznate antes de proseguir con aquella conversación que tan afanados les tenía desde que se habían encontrado.
-Pues lo que te digo es eso, que creo que estáis perdiendo el tiempo -concluyó Héctor, con un gesto de desaprobación.
-¿Y eso por qué? -inquirió Tomás.
-Porque sí.
-No, eso no me vale, Héctor. Yo te he dicho mi opinión sobre el tema y te he explicado por qué estoy metido en todo esto. Ahora razóname tú por qué estamos perdiendo el tiempo. ¡Igual tienes razón, me haces replanteármelo y me convences!
-¡Eso lo dudo mucho, chaval! Tú eres joven e idealista y, aunque me veas tan viejo, recuerdo perfectamente lo que es ser un chaval; no te dejarás vencer por nada ni por nadie. Sólo los años irán colocando las ideas revueltas en su lugar. Entonces, te acordarás de esta conversación.
-Sí, sí, pero no te desvíes del tema -rió Tomás, un joven de mirada despierta y desgarbados ademanes-. ¿Cómo te posicionas tú ante las manifestaciones que se multiplican por todas las ciudades?
-Yo lo tengo claro: no vais a conseguir nada, por muy pesimista que esto suene. Llevo muchos años viviendo y viajando por el mundo, y he presenciado cientos de revueltas como ésta. La gente se echa a las calles, grita, corea lemas, luce pancartas, organiza sentadas y demás cosas extrañas... ¿Cuál es el resultado final? Nada. Nada en absoluto. La gente se cansa y vuelve a sus vidas patéticas, pero tranquilas. Las calles se vacían. El silencio sustituye a los gritos, y la policía, a los ciudadanos. Finalmente, todo sigue igual.
-De acuerdo, muchas veces pasa eso. Pero, ¿qué me dices de los otros muchos casos en los que las revueltas han logrado expulsar a los dirigentes, y el pueblo ha tomado las riendas? Esas veces, ¡la gente no se rindió!
-¿Y qué? -soltó Héctor, casi sin dejarle terminar; las arrugas que sembraban su tez eran el reflejo fehaciente de una vida marcada por mil reveses-. ¿Qué pasó después? El pueblo se organizó en partidos políticos, surgieron nuevos dirigentes, tomaron el poder, les gustó y vuelta al punto de partida. De nuevo, un gobierno opresor se erigió como dueño del pueblo.
En ese momento, las puertas de la Taberna se abrieron levemente y a través de ellas se deslizó una figura femenina que tomó asiento cerca de ellos. Se acodó serenamente en la barra, pasando por completo desapercibida para los dos contertulios, demasiado metidos en la conversación como para fijarse en nada más. Ni siquiera se enteraron cuando llamó al posadero para pedir una jarra de cerveza.
-Pero eso es lamentable, y es lo que queremos evitar -insistía Tomás.
-¿Lamentable? Sí. ¿Tan cierto como que me llamo Héctor? También. Fíjate en los casos que todos conocemos: la revolución comunista de la URSS, la revolución cubana... Empezaron con grandes ideales en los que el pueblo buscaba acabar con regímenes absolutamente opresivos, pero ¿cómo acabaron? ¡Peor de cómo estaban, si cabe!
-Sí, pero yo creo que hay muchas diferencias entre las protestas del 15M y esas revoluciones que dices. Para empezar, que aquello pasó hace relativamente poco tiempo y hemos aprendido de los errores.
A Héctor se le escapó una risita que hizo saltar chispas de cerveza de su boca.
-¿Seguro? -preguntó con sorna.
-¡Seguro! -afirmó Tomás-. No vamos a ciegas; conocemos la historia y sabemos lo que no conviene hacer. Si te has fijado, estamos bastante bien organizados, ¡y eso que somos muchísimos! Pero hay otras muchas diferencias.
-¿Como cuáles, a ver?
-Pues, para empezar, nosotros no queremos derribar ningún sistema político, como esas otras rebeliones que has mencionado. No nos interesa eso, sino conseguir cambios que creemos que son exigibles dentro de nuestro sistema actual, la democracia. Luchamos por una democracia más real, no por tirar por tierra lo que tenemos. ¡Anda que no ha costado esfuerzo y años llegar hasta aquí, como para querer arrojarlo todo por las cañerías a la primera de cambio!
-Y entonces, ¿qué es exactamente lo que defendéis? ¿O ni siquiera vosotros lo tenéis claro?
-Sabemos que estamos descontentos con el estado actual de las cosas, Héctor, y sabemos que queremos más transparencia por parte de los políticos. Como te dije antes, eso es lo que nos une. ¡Exigimos cambios a los políticos, pero no el cambio del sistema político!
-Sí, eso ya lo sé. Pero, tendréis que tener algunas propuestas, ¿no? Si no, ¿a dónde queréis llegar?
-¡Claro que tenemos propuestas! ¡Y muchas! Precisamente, arribé ayer desde el movimiento principal con los puntos concretos que queremos exigir.
Héctor besó con avidez el borde de su jarra.
-Adelante. Te escucho.
-Pues mira, lo que pedimos son cambios que a todo el pueblo le favorecerán. Pedimos el abaratamiento del transporte público, la jubilación a los 65 años, la devolución de todo el capital público aportado a los bancos, la expropiación por parte del Estado de las viviendas que no se han vendido para...
-Eso será la perdición -se filtró de pronto una voz femenina.
Tomás interrumpió su ensayado discurso y se volvió para poner rostro a tan apocalíptica frase. Una joven de cabellos negros como el azabache le miraba meneando la cabeza. Sus enormes pupilas brillantes eran el vivo reflejo de la decepción.
-¿Qué has querido decir? -preguntó Tomás.
Ella cogió su jarra y se situó entre ellos. Entonces, se dirigió a Tomás sin reparos.
-Si el movimiento del 15M se va a pique, será por esas propuestas.
-¡Vaya, esto se pone interesante! -sonrió Héctor-. ¿Cómo te llamas?
-Lidia.
-Encantado, Lidia. Yo soy Héctor, y aquí el defensor de los débiles se llama Tomás.
Tomás agitó la cabeza, mas dedicó una rauda sonrisa a la chica.
-¡Ale, podéis seguir, que no quería interrumpir! -invitó Héctor.
-Estas propuestas son las que vienen de las personas que están participando en el 15M -declaró Tomás-. ¿Cómo va a irse a pique por ellas?
-Porque no es lo que todo el mundo quiere -respondió Lidia-. Lo que estás citando son los llamados "8 puntos de Sol", pero son las propuestas de unos cuántos, no de todo el colectivo.
-Pero, ¿quién podría oponerse a estas medidas?
-Mucha gente, Tomás, mucha gente. Piensa que en las acampadas han estado participando personas de todas las clases, edades y niveles socioeconómicos. Por una vez, todo el pueblo al completo estaba unido, sin distinciones políticas ni simbología ideológica. ¡Y ésa es nuestra auténtica fortaleza! Algunos de los puntos de Sol empiezan a posicionarse en sus exigencias, y eso está haciendo que mucha gente que en un principio apoyaba de lleno el movimiento, ahora se esté retirando de las plazas.
-Eso no tiene sentido. ¡Necesitamos puntos que defender!
-¡Y los tenemos! Tenemos 3 principios en los que todos nos mostramos de acuerdo: la reforma de la injusta ley electoral, la defensa de la auténtica democracia participativa y la exigencia de mayor transparencia política para acabar con la corrupción. ¡Esos son los puntos que nos han convertido en una fuerza imparable! Los 8 puntos de Sol solamente están consiguiendo separarnos en subgrupos ideológicos.
-Es posible, pero también te digo que este movimiento necesita avanzar, o se quedará en una simple anécdota, como decía Héctor. Y si para que el conjunto avance es necesario perder algunos miembros, habrá que asumirlo, ¿no?
-¡De ninguna manera! Debemos mantenernos firmes y unidos en la defensa de nuestros 3 principios básicos hasta que los políticos los cumplan. Si no, el conjunto perderá toda la fuerza que ha ganado en estos días.
Tomás apuró su cerveza y negó con la cabeza.
-Yo no lo veo así. Ya está pasando el boom del 15M. Ha llegado el momento de formalizar esto un poco, o estaremos abocados a la extinción.
-Te equivocas, Tomás. La extinción vendrá de la disgregación del movimiento, no de su unidad.
-¡Los 8 puntos de Sol no tienen por qué representar la disgregación!
-Pero es lo que está ocurriendo, y muchos analistas así lo están manifestando! ¡No podemos cerrar los ojos a la realidad! ¡No podemos alejarnos del origen!
-¿Sabéis lo que os digo? -intervino Héctor, que había estado escuchando estos últimos momentos-. Que os equivocáis los dos. Hacedlo como os plazca. Al final no servirá de nada.
-¿Por qué te empeñas en ponerte en contra? -protestó Lidia-. ¿Crees que las cosas están bien como están? ¿Es que no deseas que haya cambios?
-¡Ey, cuidado! -respondió Héctor-. No confundas la confianza con el deseo...
-¿Por qué te empeñas en ponerte en contra? -protestó Lidia-. ¿Crees que las cosas están bien como están? ¿Es que no deseas que haya cambios?
-¡Ey, cuidado! -respondió Héctor-. No confundas la confianza con el deseo...
Esta discusión no termina aquí. De hecho, puede ser tan larga como nos podamos imaginar. Eso sí, ¡¡ahora te toca a ti!! ¿Te posicionas con alguno de los tres personajes que debaten en la Taberna? ¿Piensas algo distinto que pueda arrojar luz a la conversación? ¿Quieres comentar algo sobre los temas que han tocado?...
¡Adelante! Utiliza los comentarios para aportar tu opinión sobre estos temas tan candentes en nuestros días. ¡Éste es el momento de unirte a la charla!