domingo, 9 de diciembre de 2012

Entrevista a María, Madre de Dios

Hoy estoy en racha. Apenas acabo de dar por finalizadas las reformas en La Posada, con sus secciones recién sacadas del horno, y ya estoy estrenando nueva sección: "Entrevistas anacrónicas". Y lo cierto es que no me puedo quejar, pues abrimos este nuevo espacio con una invitada divina. Me refiero a María, la Madre de Dios. Procedo a transcribir la entrevista que tuve el privilegio de hacerle ayer mismo, por la mañana. Debía de estar de día libre, coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción, y decidió pasarse por Salamanca.



María, Madre de Dios
Juan Luis Vera: María, ha sido una sorpresa encontrarla paseando por las calles de Salamanca, y un privilegio que haya tenido a bien concederme esta entrevista.

María, Madre de Dios: El privilegio es mío. Nunca nadie me había entrevistado, por mucho que haya quien se ha hecho famoso diciendo que aparecí en no sé qué gruta y habló conmigo. ¿A quién se le ocurre? Con lo que me gusta a mí la ciudad, ¿qué pinto yo en una gruta dejada de la mano de Dios?

J.L.V.: Y bien, ¿suele venir mucho por estos lares?

M.M.D.: Para empezar, no me gusta la palabra que has utilizado porque hace referencia a dioses paganos. Contestando a la pregunta, no vengo mucho por estos mundos de Dios debido a que no tengo tiempo. Sin embargo, sí que me gusta bajar a Salamanca. Aquí me siento muy querida por la gente, la verdad es que es una ciudad que siempre me ha tratado muy bien, no como en Sumatra, donde tienen la fea costumbre de chupar la sangre de las vírgenes. Hay a quién le gusta, pero a mí me parece totalmente antihigiénico. Luego me tiro refregándome la piel dos semanas.

J.L.V.: ¿Qué es lo que más le gusta de nuestra ciudad?

M.M.D.: Que tiene mucha vida y mucha cultura. Siempre que vengo, me gusta ir a ver algún teatro, o espectáculos de danza... Me encantan y, como me elevaron a los Cielos a muy temprana edad, me siguen haciendo descuento con el carné joven. ¡Es una gozada! También me gusta mucho la noche salmantina... Como he dicho, es una ciudad con mucha vida. ¡Y deja de tratarme de usted, que soy joven!

J.L.V.: De acuerdo, lo intentaré. ¿Hay algo que no te guste de Salamanca?

M.M.D.: Bueno... Pues verás, a mí es que me encanta pasear tranquilamente por el casco histórico, y digamos que el paseo se entorpece un poco cuando tienes una docena de señoras mayores cacareando cerca de tu oído, o parándose a besarte pies y manos. No te imaginas lo que cuesta andar con ocho bocas besándote los pies al mismo tiempo. Pero bueno, es lo que hay. ¡Gajes del oficio! (Sonríe)

J.L.V.: Tomen nota, señoras. María, ¿podría contarnos algo de su Hijo? ¿Qué tal le va a Jesucristo?

M.M.D.: Bueno, así así, regularcillo. La verdad es que el niño no levanta cabeza desde lo de la crucifixión. Lleva dos mil años como ido, en el limbo... No reacciona ante nada, no se entera de nada, se le olvida todo, hay que hacérselo todo... Una pena. ¡Y menos mal que Dios utilizó sus influencias para sacarle del infierno al tercer día! Si no, yo no sé qué hubiera pasado. Mira, de las pocas veces que habla, cuenta unas cosas de las duchas del averno que ponen los pelos de punta.

J.L.V.: Vaya, lo siento. Tiene que ser muy duro para una Madre ver a su Hijo así...

M.M.D.: Dos mil años van ya de tener que estar pendiente de Él día sí, día también. Porque Dios, claro, está muy ocupado dirigiendo el mundo, así que me encargo yo de todo. ¡Qué guerrita me ha dado este Hijo mío, madre! Primero se escapó de casa, que ya podía yo buscarlo entre otros niños, si se había metido en el templo con un montón de viejos, que ya me dirás qué pintaba allí. Luego se echó esos amigos tan raros que no me gustaban ni un pelo, empezando por ese Simón Pedro que no le dejaba ni a sol ni a sombra. Y ahora esto... Pero bueno, es la Voluntad de Dios. Lo que hago es escaparme algún día, como hoy, y así me despejo un poco, que me viene muy bien. Dejo al niño al cuidado de María Magdalena, que hacen muy buenas migas, y listo.

J.L.V.: María, es usted la única mujer del mundo seleccionada para ser la Madre del Verbo. ¿Cómo recibió la Buena Nueva?

M.M.D.: Pensé que era coña. (Risas) En serio, cuando vi al arcángel Gabriel entrar por la ventana -que, por cierto, como era tan pequeña, se dio un chocotón en la frente de aúpa- (Risas), cuando lo vi entrar, me dio la risa. Delante de un arcángel, y yo desternillándome, qué vergüenza; siempre que me ve por el Cielo, me lo recuerda. Pero luego, cuando vi que no estaba colgado de ninguna cuerda... te lo voy a confesar: me oriné encima.

J.L.V.: ¡Eso no se dijo nunca en los Evangelios!

M.M.D.: Porque insistí yo en que no lo pusieran, que si no era lo primero que querían incluir los muy canallas. Pero ya me da igual. Con los años una va aprendiendo a relativizar, a no tomarse las cosas tan en serio y a reírse de sí misma, que es lo más sano que hay. Antes yo guardaba todas esas cosas en mi corazón, y ahí se enquistaban. Ahora lo saco todo fuera y lo dejo volar. Es mucho más saludable.

J.L.V.: Una gran reflexión. Por lo que nos cuentas, entiendo que no esperabas el honor de ser la Madre de Dios, ¿verdad?

M.M.D.: ¡Ni mucho menos! Yo quería ser bailarina. Engendrar al Hijo del Hombre no entraba en mis planes. Ya lo dice el refrán: "el hombre propone y Dios dispone". Y así fue.

J.L.V.: Quizá sea la siguiente una pregunta difícil, pero la haré igualmente. Si tuviera que destacar algún momento muy especial en su vida, ¿cuál sería?

M.M.D.: Umm... Destacaría dos. El primero, el día que mi padre me enseñó a montar en burro. (Sonríe) Recuerdo que me confié en cuanto me vi un poco suelta y caí de cabeza a una charca cuando el burro salió corriendo. ¡Cuánto nos reímos! Me sentí muy unida a mi padre, lo disfrutamos mucho. Y el segundo es sin duda la Natividad de mi Hijo. Aunque tuviera que nacer entre animales, rodeado de paja y estiércol, fue una noche mágica y la recuerdo con muchísima ternura. Luego llegó una panda de pastores de las montañas, totalmente ebrios, preguntando por no sé qué estrella que venían siguiendo, y lo jodieron todo. ¡Ah, no, espera! Los de la estrella fueron los tres travestis, vaya pintas que traían. No hacían más que decir que eran "los reyes del oriente", pero te digo yo que eran unas locas de mucho cuidado.

J.L.V.: Parece que la historia nos ha llegado un pelín distorsionada.

M.M.D.: Siempre pasa lo mismo. No olvides que son hombres los que escriben la historia de los hombres. Dios no se mete en esos mejunjes.

J.L.V.: ¿Y cómo cree que...?

M.M.D.: Perdona. Me está gustando el rollito este de la entrevista, pero es que, entiéndeme, sólo tengo un día libre cada 100 años y me gustaría aprovecharlo al máximo.

J.L.V.: Por supuesto, lo comprendo, aunque es una pena, la verdad.

M.M.D.: Voy a ver un espectáculo de ballet que empieza en media hora y veo que voy muy justa de tiempo. Si nos vemos en el próximo descenso, seguimos con la entrevista, ¿te parece?

J.L.V.: Difícil lo veo pero, en cualquier caso, ha sido un placer hablar con usted.

M.M.D.: Lo mismo digo. ¡Y deja de tratarme de usted, que soy una chica joven... y virgen. (Guiña un ojo y se marcha)


La imagen de María ha salido del siguiente sainete (o sketch, para los no tan clásicos) de Muchachada Nui, con el que ponemos el colofón a esta entrevista. ¡Disfrutadlo!

 



3 comentarios:

  1. Ay!! Casi me da algo de la risa jajaja

    Cómo se te va xD

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  2. Pues sí jeje. Además, está hecha del tirón. En cuestión de 5 minutos, en La Alamedilla, mientras esperaba a un amigo. Ni la he revisado: salió así, y así se queda XD

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